Por: Indra Devi
(Aunque el artículo original de Indra Devi está dirigido a las mujeres, pienso que los hombres podemos sacar también muy buen provecho al leerlo)
¿Es usted verdaderamente hermosa? ¿Cómo puede llegar a averiguar la verdad sobre usted misma, si alguien no se lo dice de manera franca y sincera? Este “alguien” puede ser usted misma, si es que de verdad quiere dedicar algún tiempo a conversar conmigo a solas. Haga una verdadera cita consigo misma, un vis à vis sin mentiras. Yo le aconsejo que se ponga en pie ante un gran espejo. Mírese de la misma manera con que examinaría usted a un extraño. Observe con detenimiento su apariencia general: su sombrero, su vestido, sus zapatos. ¿Responden de verdad a su cometido? ¿Son bonitos, sencillos y cómodos, o la hacen parecer a usted grotesca y exagerada? Tome un espejo de mano y examine usted cuidadosamente toda su figura por la espalda. ¿Revela algo su postura? Lástima que no pueda usted verse cuando anda, cuando se sienta, cuando se levanta, o cuando traba conversación con otra persona. Le diré que yo, personalmente, descarté para siempre mis tacones “estratosféricos”, cuando me vi en un filme que tomaron durante una recepción oficial a la que asistí, sin caer yo en la cuenta.
-¿Pero, es que yo parezco así? -pregunté a mi marido.
-Pues, sí. Pareces como una chinita, que anda casi de puntillas sobre sus diminutos pies vendados. También ellas creían que así estaban muy bonitas, ya sabes – me contestó con intención.
A propósito de esto, diré que los zapatos de tacón excesivamente alto son contraproducentes, puesto que la empujan a una hacia adelante sobre la punta de los pies y la colocan en una postura forzada, andando casi de puntillas, lo cual afecta de manera perjudicial a los órganos femeninos.
Ahora, después de haberse examinado minuciosamente por todos los lados y desde todos los ángulos, quítese la ropa y empiece a observar detalladamente todo su cuerpo. ¿Hay alguna cosa que no le gusta en él? ¿Acaso las caderas? ¿O quizá el vientre? Si no le gusta la apariencia de su cuerpo, sea franca consigo misma y pregúntese por qué no le gusta. ¿Por qué está desproporcionado? ¿Será a lo mejor porque bebe demasiado, o come con exceso, o fuma exageradamente? Puede ocurrir que sea usted en exceso aficionada a los dulces. O, por ventura, es muy perezosa y no hace suficiente ejercicio físico. Por favor, sea ingenua y honrada y no trate de engañarse. Si es ejercicio físico lo que le hace falta, no diga que no tiene tiempo para ello. Si una mujer tan activa como Elizabeth Arden, pongo por ejemplo, que es la mujer más activa que he conocido en mi vida, tiene tiempo para hacer ejercicio físico, no hay motivo para que nadie alegue que le falta tiempo para hacer otro tanto.
Pero, continúe examinándose y observándose con detenimiento. Cuando termine, tendrá sin duda una pintura bastante exacta de sí misma y de la condición en que está.
Cuando vea usted en su cuerpo, por ejemplo, una cicatriz, pregúntese si es que de verdad necesitó haberse hecho aquella operación. ¿Cuál fue la causa de aquella condición mórbida? En la mayor parte de los casos se trata de autointoxicación. Su salud, su disposición corporal y psicológica, su apariencia y su figura mejorarían grandemente si practicase usted más ejercicio físico y comiese, bebiese y fumase menos. Estoy totalmente segura.
Si es de verdad sincera consigo misma, sabrá usted, sin duda alguna, a qué se debe el que esté tan gruesa o tan delgada; por qué su piel está marchita y su color es pálido; de dónde provienen sus arrugas, su estreñimiento, la imposibilidad o limitación física a que la tiene condenada su artritis, o de dónde proviene esa enfermedad que la aqueja. Y si es de carácter impetuoso, a lo mejor hasta termina dándose una sonora bofetada. Conozco a un amigo mío que lo hizo. Me encontraba ausente porque había ido a una asamblea importante, cuando oí que estaba enfermo; me detuvo en su hotel al ir a casa, para averiguar qué podía hacer por él. Le encontré sentado delante de un gran espejo, hablando consigo mismo en voz alta.
– ¿Conque estás borracho otra vez? ¿Es que no prometiste dejar de beber? Ni siquiera puedes andar. Eres un cerdo… ¡Peor que un cerdo!
Terminó de decir esas palabras y se sacudió un bofetón, primero en una mejilla y luego en la otra. Me alejé de puntillas, sin que se enterase, porque no quería afrentarle. Después de este dramático monólogo, no volvió a beber más en su vida. Esta entrevista consigo mismo le valió más que todos los ruegos y todos los argumentos que pudieran presentarle su familia o sus amigos.
Después que haya terminado con su “examen físico”, póngase algunas prendas de vestir, recuéstese sobre la cama o sobre un diván cómodamente y póngase a considerar con cuidado todas las causas posibles de sus trastornos: la tensión, el miedo, la irritación, la decepción, la ansiedad, las represiones, etc., y los remedios que usted cree que pueden ponerse a la situación.
Según la medicina psicosomática, cerca de un centenar de distintas dolencias y enfermedades pueden atribuirse, en determinadas circunstancias, a un estado mental de depresión o de exasperación. Esto se refiere a padecimientos que abarcan, incluso, la colitis, el asma, la gripe, la apendicitis, los cálculos biliares, las dolencias cardíacas, los desarreglos ováricos, la fiebre del heno, etcétera.
De ahí que la paz de la mente represente un factor esencial para la salud física. La relajación elimina el miedo, la tensión y la irritación, y da entrada al equilibrio y al encanto, que son dos valores importantes de la belleza femenina. Haya elegido la mujer la vida del hogar, o alguna carrera, siempre deberá conservarse fundamentalmente femenina, y así será mucho más hermosa y tendrá mucho más éxito que la mujer tensa, violenta e impulsiva. Además, existe una razón más profunda de por qué la mujer debe expresar siempre el principio del “Eterno Femenino”, si no quiere fracasar y extraviarse.
En los días que corren, la mujer está pasando por un período crítico de transición. Como vive en un ambiente de nueva libertad, puede llegar a sufrir más ahora, que la mujer de la generación anterior, que carecía de dicha libertad. Claude Bragdon lo expresa con gran finura en su excelente libro “La Mujer Délfica”: “Por el momento, la mujer está siendo víctima de su propia victoria: la sombra oscura de su nueva libertad es su nueva soledad. Después de haber escapado de la opresión y de haber buscado toda clase de experiencias y de saber, de momento ha alejado de sí, ética y culturalmente, a su compañero, el hombre, a quien ha presentado una batalla de competencia industrial. No es comprendida por él en estos nuevos aspectos, porque no le gusta; y la consecuencia es que, aunque las cosas suceden sin que nadie tenga la culpa, la mujer está atormentada y crucificada en el fondo de su ser.”
Así es como se ha establecido un serio antagonismo entre ambos sexos. Y continuarán así las cosas, hasta que el hombre conceda a la mujer la igualdad como ser humano. Esta, por otra parte, aunque en competencia con el hombre en el mundo económico, tiene que ser siempre consciente de su esencial femineidad. Ha de dejar de imitarlo de una vez, de copiar sus actitudes y sus maneras, y volver a ser ella misma. En eso radica su encanto y su fuerza.
Y ahora vayamos a la conclusión de la entrevista que ha celebrado usted consigo misma. Mírese ahora por dentro y a fondo, y conteste a unas cuantas preguntas referentes a sus cualidades invisibles. ¿Es usted una persona afectuosa o resentida, bondadosa o perversa? ¿Tiene usted buen temperamento, es comprensiva y generosa, o bien, avara, celosa y envidiosa?
Ser hermosa de verdad supone ser hermosa por dentro y no sólo por fuera. No hay maquillaje capaz de disimular una línea dura en las comisuras de la boca, una expresión egoísta en el rostro, o una mirada torva en los ojos.
Ahora, permanezca absolutamente quieta un rato, y hágase después esta última interrogación:
– ¿Soy tan hermosa como podría ser?
Indra Devi – “Por Siempre Joven, por Siempre Sano”