J. Krishnamurti
El huracán había destruido las cosechas, y el agua del mar cubría la tierra. El tren marchaba penosamente, y por ambos lados campos completamente desiertos. La tempestad había hecho mucho daño en una extensión de millas a la redonda; seres vivientes quedaban destruidos y la estéril tierra estaba abierta al cielo.
Nunca estamos solos; estamos rodeados de gente y de nuestros propios pensamientos. Aun cuando las personas están distantes, vemos las cosas a través de la pantalla de nuestros pensamientos. No hay momento, o es muy raro, en que el pensamiento no exista. No sabemos lo que es estar solo, estar libre de toda asociación, de toda continuidad, de toda palabra e imagen. Nos sentimos solitarios, pero no sabemos lo que es estar solos. El dolor de la soledad llena nuestros corazones, y la mente lo encubre con el temor. La soledad, ese profundo aislamiento, es la oscura sombra de nuestra vida. Hacemos todo lo que podemos para huir de ella, nos lanzamos por todas las avenidas de escape que conocemos, pero nos persigue y nunca estamos sin ella. El aislamiento es la modalidad de nuestra vida; rara vez nos fundimos con otro, porque en nosotros mismos estamos abatidos, desgarrados y aun enfermos. En nosotros mismos no somos plenos, completos, y la fusión en otro sólo es posible cuando hay integración interna. Nos da miedo la soledad, porque ella abre la puerta a nuestra insuficiencia, a la pobreza de nuestro propio ser; pero es la soledad la que cura la herida, cada vez más profunda, de la sensación de soledad. Caminar solo, no estorbado por el pensamiento, por el rastro de nuestros deseos, es ir más allá de los limites de la mente. Es la mente la que aísla, separa y destruye la comunión. La mente no puede hacerse plena; no puede hacerse completa, porque ese esfuerzo mismo es un proceso de aislamiento, es parte de la soledad que nada puede encubrir. La mente es el producto de los muchos y lo que es compuesto nunca puede estar solo. La verdadera soledad no es el resultado del pensamiento. Únicamente cuando el pensamiento está completamente en calma existe el vuelo de lo solo hacia lo único.
La casa estaba bastante apartada del camino, y el jardín tenía flores en abundancia. Era una fresca mañana y el cielo estaba muy azul; el sol matutino era agradable, y en el sombreado y apartado jardín, el ruido de la circulación, el vocear de los vendedores y el trotar de los caballos por la carretera, todo parecía muy distante. Una cabra merodeaba en el jardín; moviendo su corta cola pelada, mordisqueaba las flores, hasta que vino el jardinero y la ahuyentó.
Decía que se sentía muy alterada, pero que no quería estar así; quería evitar el penoso estado de la incertidumbre. ¿Por qué tener tanta aprensión al desasosiego?
¿Qué queréis decir con estar alterada? ¿Y por qué tener aprensión por ello?
“Quiero estar tranquila, que se me deje sola. Me siento molesta aun con vos. Aunque os he visto sólo dos o tres veces, el miedo de ser inquietada por vos pesa fuertemente sobre mí. Quiero descubrir por qué tengo este temor de sentirme interiormente insegura. Quiero estar en calma y en paz conmigo misma, pero siempre me está perturbando una cosa u otra. Hasta hace poco, había logrado estar más o menos en paz conmigo misma; pero una amiga me trajo a una de vuestras conferencias, y ahora me siento extrañamente turbada: Yo creía que me fortaleceríais en mi paz, pero en vez de ello casi la habéis destruido. Yo no quería venir aquí, porque sabía que me pondría en ridículo; pero sin embargo, aquí estoy”.
¿Por qué insistís tanto en que debéis estar en paz? ¿Por qué estáis convirtiendo esto en un problema? La demanda misma de estar en paz es conflicto, ¿verdad? Si me permitís la pregunta, ¿qué es lo que queréis? Si queréis que os deje sola, sin trastorno y en paz, entonces ¿por qué dejar que se os sacuda? Es muy factible cerrar todas las puertas y ventanas del propio ser, aislarse y vivir en retiro. Esto es lo que quiere la mayor parte de la gente. Algunos cultivan deliberadamente el aislamiento, y otros, por sus deseos y actividades, tanto ocultos como manifiestos, producen esta exclusión. Los sinceros se autoafirman en sus ideales y virtudes, que son solamente una defensa; y los irreflexivos son empalados al aislamiento por las presiones económicas y las influencias sociales. Los más de nosotros tratamos de construir muros en torno nuestro, para ser así invulnerables, pero desgraciadamente siempre hay una abertura a través de la cual se desliza y penetra la vida.
“Generalmente he podido guardarme de la mayor parte de las perturbaciones, pero durante la pasada o las dos últimas semanas, por causa vuestra, he estado más inquieta que nunca. Decidme, por favor, por que estoy alterada. ¿Cuál es la causa de ello?”
¿Por qué queréis conocer la causa? Evidentemente, conociendo la causa esperáis extirpar el efecto. En realidad no queréis saber por qué estáis turbada ¿verdad? Lo único que queréis es evitar el trastorno.
“Sólo quiero que se me deje sola, tranquila y en paz; y ¿por qué estoy constantemente preocupada?”
Os habéis estado defendiendo toda vuestra vida, ¿verdad? En lo que estáis realmente interesada es en descubrir la forma de tapar todas las aberturas, y no cómo vivir sin temor, sin dependencia. De lo que habéis dicho y dejado de decir, es evidente que habéis tratado de asegurar vuestra vida contra toda clase de perturbación interna os habéis retirado de toda relación que pudiera causar dolor. Os las habéis arreglado bastante bien para salvaguardaros contra todo choque, para vivir tras puertas y ventanas cerradas. Algunos tienen éxito en hacer esto, y, si lo llevan demasiado lejos, terminan en el manicomio; otros fallan y se vuelven cínicos, amargados; y hay aun otros que se hacen ricos en cosas o en conocimiento, que es su salvaguardia. La mayor parte de las personas, incluyendo las llamadas religiosas, desean duradera paz, un estado en que haya terminado todo conflicto. Luego están las que elogian el conflicto como la única verdadera expresión de la vida, y el conflicto es su escudo contra la vida.
¿Podéis tener jamás paz buscando seguridad tras los muros de vuestras esperanzas y temores? Toda vuestra vida os habéis retirado, porque queréis estar seguros dentro de los muros de una limitada relación que podáis dominar. ¿No es este vuestro problema? Como dependéis, queréis poseer aquello de lo cual dependéis. Tenéis miedo y por lo tanto evitáis toda relación que no podáis dominar. ¿No es eso?
“Eso es una forma un poco brutal de presentarlo, pero acaso es así”.
Si pudierais dominar la causa de vuestro trastorno actual estaríais en paz; pero como no podéis, estáis muy preocupada. Todos nosotros queremos dominar cuando no comprendemos, queremos poseer o ser poseídos cuando hay temor de nosotros mismos. La incertidumbre de nosotros mismos contribuye a un sentimiento de superioridad, exclusión y aislamiento.
Si se me permite la pregunta, ¿de qué tenéis miedo? ¿Os atemoriza el estar sola, el ser olvidada, el volveros incierta?
“Como veis, toda mi vida he vivido para otros, o así lo creí. He mantenido un ideal y he sido elogiada por mi eficiencia en hacer la clase de trabajo que se considera buena, he vivido una vida de abnegación, sin seguridad, sin hijos, sin hogar. Mis hermanas están bien casadas y son socialmente prominentes, y mis hermanos mayores son altos funcionarios oficiales. Cuando los visito, tengo la sensación de haber desperdiciado mi vida. Me he vuelto amargada y lamento profundamente todas las cosas que no he tenido. Ahora me disgusta el trabajo que estaba haciendo, ya no me trae ninguna felicidad, y lo he abandonado a otros. Le he vuelto la espalda a todo ello. Como indicáis, me he vuelto dura en mi autodefensa. Me he adherido a un hermano menor, que no es rico y que se considera un buscador de Dios. He tratado de volverme interiormente segura, pero ha sido una lucha larga y penosa. Ha sido este hermano menor el que me trajo a una de vuestras pláticas, y la casa que yo había estado construyendo con tanto cuidado ha empezado a caerse. Dios sabe que yo desearía no haber venido nunca a oiros, pero ahora no la puedo reconstruir, no puedo pasar de nuevo por todo ese sufrimiento y ansiedad. No tenéis idea de lo que ha sido para mí el ver a mis hermanos y hermanas con posición, prestigio y dinero. Pero no entraré en todo esto. Me he aislado de ellos y raramente los veo. Como decís, he ido cerrando gradualmente la puerta a todas las relaciones, excepto una o dos, pero quiso la desgracia que vinierais a esta población y ahora todo está de nuevo abierto de par en par, todas las viejas heridas han vuelto a abrirse, y me siento hondamente desdichada, ¿Qué voy a hacer?
Cuando más defendemos, más atacados somos; cuanto más buscamos la seguridad, menos existe; cuanto más paz queremos, mayor es nuestro conflicto; cuanto más pedimos, menos tenemos. Habéis tratado de volveros invulnerable, a prueba de sacudidas os habéis vuelto internamente inaccesible, excepto para uno o dos, y habéis cerrado todas las puertas a la vida. Es un lento suicidio. Ahora bien, ¿por qué habéis hecho todo esto? ¿Os habéis hecho alguna vez esa pregunta? ¿No queréis saber? ¿Habéis venido a encontrar un camino para cerrar todas las puertas, o a descubrir la forma de ser abierta, vulnerable a la vida? ¿Cuál de las dos cosas es la que queréis, no como una elección, sino como una cosa natural, espontánea?
“Desde luego que ahora veo que es realmente imposible cerrar todas las puertas, porque siempre hay una abertura. Me doy cuenta de lo que he estado haciendo; veo que mi propio temor de la incertidumbre ha contribuido a la dependencia y la dominación. Evidentemente yo no podría dominar toda situación, por mucho que me gustase hacerlo, y por eso es por lo que he limitado mis contactos a uno o dos que yo pudiera dominar y retener. Veo todo eso. Pero ¿cómo voy a estar abierta de nuevo, libre y sin este temor a la incertidumbre interna?”
¿Veis la necesidad de ser abierta y vulnerable? Si no veis la verdad de eso, entonces de nuevo construiréis subrepticiamente muros en torno vuestro. Ver la verdad en lo falso es el principio de la sabiduría; ver lo falso como falso es la más alta comprensión. Ver lo que habéis estado haciendo todos estos años sólo puede conducir a más lucha y dolor, experimentar efectivamente la verdad de ello, lo cual no es mera aceptación verbal pondrá fin a tal actividad. No podéis volveros abierta voluntariamente; la acción de la voluntad no puede haceros vulnerable. El deseo mismo de ser vulnerable crea resistencia. Sólo comprendiendo lo falso como falso habrá libertad de ello. Sed pasivamente vigilante de vuestras respuestas habituales; sencillamente daos cuenta de ellas sin resistencia observadlas pasivamente como observaríais a un niño, sin el placer o el disgusto de la identificación. La vigilancia pasiva misma es la libertad de la defensa, del cerrar la puerta. Ser vulnerable es vivir, y retirarse es morir.