El tratamiento espiritual consiste realmente en conocer la Verdad acerca de una condición dada, pareciera que algo está mal, alguien se enferma, o hay inarmonía, o quizás, carestía, pero en lugar de aceptar esto, te recuerdas a ti mismo la Verdad.
Recordarse a uno mismo la Verdad es un tratamiento muy poderoso, porque de esta manera no tratamos con el mal sino que sabemos que no está allí.
La verdad acerca de la vida es que todo es armonía perfecta, total e inmutable, porque Dios es la única Presencia y el único Poder.
Esto ya lo sabes como estudiante de metafísica que eres, y a menudo el meramente recordarte eso produce una solución rápida y bella.
Sin embargo, claro que hay los llamados casos crónicos, en los que el estudiante, a pesar de todo lo que puede hacer, parece no progresar.
He conocido algunas dificultades obstinadas y de larga duración que han sido superadas por el siguiente método:
Dale un tratamiento final y definitivo a la dificultad en cuestión para recordarte a ti mismo la Verdad Espiritual con respecto a ella, y entonces no vuelvas a hacerle más tratamiento al problema, sino que trata al tratamiento cuando quiera que te sientas inclinado a hacerlo.
Haz esto sosteniendo que el tratamiento que hiciste era una actividad Divina, y que tiene que tener éxito. Alega que Dios trabajó a través de ti cuando hiciste el tratamiento, y que el trabajo de Dios tiene que tener éxito.
Insiste en que tu tratamiento, al ser una actividad Divina, no puede ser obstaculizado por ninguna aparente dificultad o condición material. Da las gracias por su perfecto éxito, y hazlo en serio.
Esto es “tratar al tratamiento”, y podrás hacer esto tantas veces como te plazca. No tiene ninguna de las desventajas que pueden resultar de tratar demasiado al problema en sí.
Expresa lo que quieres ser, ésta es una buena regla en metafísica. Actúa el papel que realmente quieres actuar.
Si quieres ser un héroe, actúa heroicamente en las cosas sencillas de la vida diaria, aún si eso entraña gran cantidad de sacrificio, como de hecho será el caso.
Si quieres ser un santo, lleva una vida santa aquí y ahora; no hay otra manera.
Si quieres conocer a Dios, mantén Su compañía.
La única manera de llegar a conocer a un ser humano es pasándose tiempo con él, y lo mismo se aplica a Dios.
Si quieres prosperidad, piensa sólo pensamientos de prosperidad, pronuncia sólo palabras de prosperidad, y hasta donde alcancen tus medios, actúa el papel también.
La política de ahorrar centavos en cuestiones monetarias gradualmente construye una conciencia pobre de centavos.
Esta es una ley metafísica inmutable, pero recuerda que hay que obedecer la ley si es que la misma habrá de actuar. Tienes que realmente pagar el precio, ya que no puedes burlar la Ley.
Para ser un héroe, tienes que ser heroico. Para lograr la maestría espiritual, tienes que caminar de la mano con Dios.
Algunas personas, en nombre de la metafísica, tratan de cargar sus deberes sobre los hombros de otra persona, pero si bien podrán engañarse a sí mismos, no podrán burlar la Ley.
Una mujer vino a verme porque tenía problemas de dinero. Parecía que tenía una cuenta en una tienda, y había pedido un traje, que le había sido entregado y que ella se había puesto, aunque no tenía dinero con qué pagar.
Era el tercer día del mes y la cuenta había llegado el día antes. Le dije: “¿Por qué pediste un traje si no tenías dinero para pagarlo?”. Ella contestó: “Yo creo en arrimármele a Dios”. Le dije: “Eso no es arrimársele a Dios; eso es arrimársele a la tienda, lo cual es realmente injusto y deshonesto”.
La mujer se echó a llorar. Le dije que sus lágrimas no le servirían a ella ni a sus acreedores. Dijo que lo sentía. Yo lo sentía por la tienda y así se lo hice saber.
Finalmente, su hermana, le dio el dinero. Pero ella tenía que aprender su lección; y ahora está demostrando prosperidad.
Si vas a trabajar con Dios, debes hacerlo en el Espíritu de Dios y no contar el costo.
Echarle el peso a otra gente no es más que egoísmo y evasión. Te le arrimas a Dios cuando conformas una verdadera conciencia de Dios, y eso nunca le causara pena a ninguna otra persona.
¿Por qué no organizar en grande el negocio de vivir? ¿Por qué arrastrarse por el camino, como lo hacen algunos, de un diminuto escalón a otro, en vez de osadamente andar a paso largo?
¿Por qué contentarse con una salud pobre, un trabajo aburrido, o condiciones restringidas, cuando mucha otra gente ya se ha elevado por encima de estas cosas?.
Hay una salida de las limitaciones que nunca falla. Es ésta: Toma a Dios por socio.
Si realmente haces a Dios tu socio en los negocios en todos los aspectos de tu vida, te sorprenderás ante los resultados rápidos y deslumbrantes que obtendrás.
Claro que si quieres que Dios sea tu socio, tendrás que incluirle en toda esquina y fase de tu vida. La mayoría de la gente estaría encantada de asociarse con algún gran industrial o magnate financiero; pues sentiría que su futuro está asegurado.
Pero hay una asociación de Infinita Sabiduría e Infinito Poder que te espera.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. (Juan 15:5).